El Descubrimiento

Jesús Manuel Fernández Malvárez
Foto de los descubirdores de las pinturas rupestres de la cueva Tito Bustillo en 1968

En los años sesenta era bastante frecuente que algunas pandillas de jóvenes organizaran jiras, meriendas, chocolatadas y guateques en los que se disfrutaba de lo lindo. Recuerdo algunas de las que, en Ribadesella, hacíamos a la “Fuente el Espinu”, a “Oba”, o a la “Cueva del Tenis o del Agua”. También la “Cuevona” era lugar habitual, y de visita casi obligada para los forasteros, a los que se solía mostrar: “El balcón”, “la Piedra el Pianu” y donde quedaban boquiabiertos admirando la luz que entraba por la lucera de la bóveda.

Las historias de cómo los vecinos se escondían en esta y otras cuevas “cuando la guerra” y el conocimiento de que se habían encontrado algunos restos en alguna de ellas, así como la presencia de pinturas en la Cueva de San Antonio, desbordaban a veces nuestra juvenil imaginación, llevándonos a correr alguna que otra aventura más o menos afortunada. Para unos, era la aventura por la aventura, para otros el guateque por sí mismo y, en los menos, a lo anterior se unía la afición por los minerales y el conocimiento de la naturaleza.

Foto de los descubirdores de las pinturas rupestres de la cueva Tito Bustillo en el 50 aniversario del descubrimiento (2018)